viernes, 25 de noviembre de 2011

DE VISITA EN UN RINCONCITO DEL CIELO

El 8 de noviembre de esta año asistí a una de las escuelas rurales más lindas que he conocido: Centro Educativo Rural Francisco Carvajal Builes en la vereda La Amoladora, no sólo por su estructura física que parece una casita de muñecos, si no por la calidad humana de sus docentes quienes durante la visita se mostraron como libros abiertos que contaban historias, que compartían con palabras pedacitos de su Institución, que construían y reconstruían con nosotras, las maestras visitantes, todo el contexto de su vereda, de su escuela , de sus niños de preescolar a quinto con quienes comparten los más bellos, alegres, gratificantes y significativos momentos de sus vidas.

Como dice una de las docentes del centro Educativo: este lugar es un rinconcito del cielo. Además de que está un poco lejos, a hora y media de camino de la carretera principal del Municipio, es un lugar que brinda todo lo bello que seguramente brinda el cielo: tranquilidad, paisajes hermosos y acogedores que revelan la fuerza de la naturaleza y la comunión de la humanidad con ella, las caritas de los angelitos, de esos pequeñines que nos abrieron las puertas de su vida escolar y nos recibieron con alegría poniendo un poco de su vida en nuestras manos y dispuestos a llevarse de nosotros una huella en sus corazones.

Compartimos con la comunidad de La Amoladora sus caminos, sus paisajes, su escuela, sus libros, sus procesos escolares, sus profes, sus niños, su frío vencido por el calor humano. Todo mi ser visitó este lugar y una parte de él se quedó ahí y conmigo se quedaron los recuerdos, las historias, la experiencia y el aprendizaje sobre un escenario más de educación rural, sobre los procesos de adquisición de lectura y escritura de los chiquitines de esta escuela que una de las profes compartió amablemente conmigo. Se quedó conmigo el deseo de volver y de seguir visitando rinconcitos del cielo.


Por: Lina Marcela Restrepo

1 comentario:

  1. Lina, así eres tú. Pones tu ser en todo aquello que tocas y en todos aquellos que tienen el privilegio de compartir contigo un instante. Me movió mucho el modo en que allí, en la Amoladora (Belmira), los niños buscaban tu calor, provocaban tu sonrisa, añoraban tus palabras y, tú con toda benevolencia otorgabas, como si sintieras que el afecto es el oasis que la educación en este país está buscando con ahinco. Gracias por enseñarnos todos los días y por apasionarte con estas búsquedas en los con-textos de educación rural, puesto que participar de procesos educativos allí nos tiene que inspirar en primera instancia para luego comenzar a leer, a sentir, a dudar, a recrear y, finalmente a transformar.

    Sandra Céspedes

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