"Mira mis ojos, se encuentran rojizos y lagrimosos,
pues están cansados de resistir radiantes soles
y frías noches enteras"
Daniela Taborda Taborda.[1]
Que sea este frío domingo de septiembre, la oportunidad perfecta para comenzar a escribir y a recordar el encuentro vivido con los estudiantes de décimo de la Institución Educativa San Isidro; un encuentro cargado de múltiples voces, lecturas, palabras, un poco de música e inesperadas imágenes.
Así pues, me encontraba una vez más entre esos hermosos paisajes del norte antioqueño, en medio de una carretera que, esta vez, no fue tan impactante, y con mi mente dispuesta ya en la institución y en lo que sería el resto de esta imborrable jornada.
Volver a estar con el grado 10º era, para mí, un reto y un compromiso personal, pues quería compartir nuevamente con aquellos estudiantes, quienes me dieron la bienvenida en mi primera visita a San Isidro, y a quienes, quizá, no les entregué todo lo que podía haberles ofrecido.
Fue, entonces, con la dramaturgia y con el teatro, dos temas que se juntan y que me apasionan, con lo que decidí compartir con los estudiantes esta vez; digo compartir con ellos, porque no eran temáticas nuevas ni ajenas. Como me contaron al comienzo de la clase, ya habían realizado una obra de teatro y hasta escrito un monólogo, hace un par de años.
William Shakespeare |
Con esta conversación inicial sobre lo que conocían y sabían de teatro, con mi presentación y el porqué de mi visita, comenzamos a profundizar en el tema y qué mejor manera de hacerlo, que con un breve recorrido por la historia de la dramaturgia, con unos cuantos artistas, desde los más clásicos de la cultura griega, hasta llegar a nuestros contemporáneos y colombianos dramaturgos. Fue así como Sófocles, Moliere, Shakespeare, Lorca, Enrique Buenaventura y otros tantos, estuvieron con nosotros durante estas horas de clase. Nos acercamos, también, a algunas de sus obras y a lo que significa realizar una lectura dramática, la cual es, de manera simple, una lectura grupal, colectiva y creativa, en donde se escuchan diversas voces y el encanto de ceder la palabra a otro, un otro que bien puede ser un compañero o el profesor.
De esta manera, una vez finalizada la lectura sobre los dramaturgos con sus respectivas obras, dimos paso a la distinción entre ese extraño término que es dramaturgia y el sentido de teatro, dejando claras algunas características de ellos y en qué momentos hacíamos uso de cada uno. Para ejemplificarlo, entonces, les presenté dos textos dramáticos; el primero fue una obra que escribí hace un par de semestres para el curso de Teatro (mal llamado, por cierto), la cual titulé La muñeca de Sonia y fue muy bonito sentir sus caras de asombro al decirles que la obra era de mi autoría; la leyeron con mucho ánimo, se notaron activos y despiertos con la actividad, siguiendo, claramente, la idea de la lectura dramática. El segundo ejemplo que les compartí fue un fragmento de un texto dramático titulado Háblame como la lluvia y déjame escucharte del autor estadounidense Tennessee Williams, en donde, pese a existir dos personajes, es uno quien lleva la voz gran parte del tiempo, esto con el fin de ilustrar la idea del monólogo, un ejercicio que realizarían posteriormente. Les dejo aquí un pedacito de la puesta en escena de la obra, es decir, del teatro, del arte de la acción (a propósito de lo abordado en la clase):
Y llegando ya al final de la clase, dimos paso al temeroso y trágico momento de la escritura del monólogo, el cual iba acompañado de fotografías de afrodescendientes y de música realizada por ellos. La idea central de este momento era que los estudiantes se arriesgaran a la escritura de un texto dramático, teniendo en cuenta las sugerencias anteriormente dadas y los ejemplos que acabábamos de leer, motivados por las imágenes y el sonido de algunos personajes sin nombre, sin cuerpo, sin un lugar en el mundo, pero sí con un rostro al que tenían la posibilidad de otorgarle todo eso que le faltaba; era un momento, en últimas, para pensar un poco en aquellos en los que, rara vez, nos atrevemos a pensar.
Dibujo realizado por Jorge Ramírez |
Y así, entre negativas para realizar la actividad sugerida, entre silencios, muchos silencios (a pesar de que durante toda la clase sus voces fueron primordiales), y entre aquellos jóvenes que sí se arriesgaron a escribir y a darle vida a ese rostro negro, junto con aquél quien, en lugar de escribir, decidió regalarle una ilustración a La muñeca de Sonia, fue culminando la clase de español de los estudiantes de grado 10º de la Institución Educativa Rural San Isidro. Fue este espacio, entonces, un encuentro que permitió escucharnos, leer, escribir (aunque fuera poco) y hasta dibujar, nos permitió aprender y reflexionar. Todos fuimos, finalmente, los actores principales de esta obra.
Se iba acercando, ahora, el momento de compartir todo esto con los estudiantes de 11º (otra historia, otra experiencia habitada, también, por muchos silencios) y el momento de retornar a la ciudad, hacia donde iba cargada de un sinfín de sensaciones, de preguntas, de ideas… y con el ánimo de no olvidar esta historia de la cual es sólo el comienzo.
[1] Fragmento de Ten piedad de mí, texto dramático escrito por la estudiante Daniela Taborda Taborda, del grado 10º de la Institución Educativa Rural San Isidro
Publicado por: Laura Giraldo García.